La importancia de la confianza y los valores
- Salvador Cerón De la Torre

- 18 sept
- 5 Min. de lectura
Por: Salvador Cerón de la Torre

Es evidente, las Empresas Familiares que perduran son competentes. Pero su capacidad no es suficiente, han de ser confiables y la confianza radica en los valores que les dan sentido y las cultivan.
La falta de estos valores en la dirección promueve la formación de una cultura operativa neutra, y con frecuencia, genera un vacío en el que se reproducen vicios que la destruyen. Es por ello, que la dirección de la Empresa Familiar debe abogar por una cultura organizacional sana, competente y confiable, así como por que se viva de manera correcta y concreta.
Para ello, el liderazgo ha de caer en los hombros de aquel que conoce el valor del capital humano y sabe hacer lucir lo mejor de las personas, es inteligente y sensible, hace evidente su fuerza y personalidad por su comportamiento íntegro, su carácter firme, su inteligencia clara y su visión trascendente.
El líder ha de saber escuchar y crear confianza, pues el impacto negativo que produce una organización que ya no habla, porque no lo escuchan, es enorme.
Cuando se trata de Empresas Familiares, el director profesional no es, el que no es de la familia, sino el que resuelve asertivamente los retos del negocio y contribuye a construir el futuro en el que el crecimiento se manifieste no solo en la empresa, sino también en las personas, sabiendo que no hay sistema de trabajo que supla o supere el compromiso.

Cuando se influye en el ánimo positivo de las personas, se impulsa un factor determinante en el propósito y desarrollo, a nivel organizacional. Para darle sentido de propósito a la organización se requiere que los que dirigen profesionalmente tengan visión, compromiso y capacidad de ejecución.
Aunque cabe aclarar que, en los negocios, no es lo mismo tener visión que vivir de visiones, pues la primera, clara y razonable, genera una actuación congruente a largo plazo; lo que permite ser asertivo para construir futuro, mientras las visiones son una garantía de ineficacia. Solo una dirección informada, trabajadora, incluyente y objetiva, puede enfocarse en la visión, creando valor sostenido, y construyendo un organización sólida y dinámica. La empresa necesita al jefe, como este necesita a las personas. Y las personas necesitan a la empre- sa, pero no siempre a un jefe en particular.
Por lo tanto, es necesario, por parte de este, saber dirigir y dar autonomía a las personas y no manipularlas, así como promover entre ellas, una visión compartida que optimice el potencial y el pensamiento constructivo. Este, incrementa las capacidades creativas y el impulso emprendedor. También evita el desgaste y el desperdicio de tiempo valioso, explotando los talentos individuales y colectivos, y aprovechando los recursos en su máximo potencial, dando así, resultados, y no explicaciones, pues el abuso de las últimas, ponen rápidamente en evidencia la falta de capacidad del ejecutiva.
Cuando no se tiene una dirección profesional se hace notar la ineficiencia cuando el ego o la falta de experiencia, se sobrepone a las cualidades, a la humildad y a las habilidades de escucha y observación; y, también la pobre ejecución, generando una desalineación de la estructura. Nunca hay explicaciones suficientes cuando el resultado es insuficiente y no razonable.
El éxito se construye en el camino; por ello, la Empresa Familiar, debe velar por encontrar el éxito en el crecimiento y la mejora continua, lo que implica disminuir el costo, aumentar la eficiencia de sus procesos e incrementar la funcionalidad y la calidad de los productos y servicios. El directivo de la Empresa Familiar sea miembro de la familia o no, debe ser profesional, no hay que confundir el hecho de ser propietario con la capacidad de dirigir.
A continuación, detallaré algunas de las características de los directores profesionales, que a lo largo de los años hemos identificado, como las más valiosas para el éxito de la Empresa Familiar.
Comportamiento austero, prudente y discreto, sin caer en los extremos.
Demostración de respeto y cordialidad con todos los que trabajan dentro y fuera de la organización.
Humildad y laboriosidad, siempre predicando con el ejemplo.
Conducta ética y congruente en su pensar y actuar.
Promoción de una cultura de rendición de cuentas, la transparencia y la comunicación abierta.
Conocimiento de la empresa para identificarse con ella y contagiar ese conocimiento y compromiso hacia las demás personas.
Reflexividad y capacidad para utilizar información y obtener sus propias conclusiones.
Flexibilidad para los cambios que el entorno requiera y ante las propuestas o cambios de pensamiento que emanen de la propia compañía.
Conocimiento de su gente, identifica sus fortalezas y debilidades para saber orientarlos hacia un nivel mayor personal y empresarial, logrando que las personas den lo mejor de si mismos.
Orientación a la formación para moldear actitudes y mejorar aptitudes. Un directivo que no invierte en sus colaboradores: desarrollándoles, brindándoles oportunidades o formándoles profesionalmente, difícilmente se rodeará de las personas más competentes y adecuadas para la organización.
Estabilidad emocional, para saber comportarse en momentos de dificultad, de bonanza, de innovación, de incertidumbre, entre otros. Además, esta estabilidad deberá beneficiar el establecimiento de límites entre los sistemas de empresa y familia cuando sean necesarios.
Capacidad propositiva y creatividad, adaptándose, proponiendo e incentivando la innovación.
Capacidad de autocrítica, para rectificar sus errores, para compartir sus aciertos y para poder siempre estar en un proceso de mejora continua. Así como realiza autocrítica, debe saber retroalimentar a los demás de manera empática y en favor del desarrollo de las personas y por ende de la organización.
Respuesta ágil cuando se requiere y capacidad de anticipación.
Capacidad para formar equipos y saber ser parte de ellos, protegiendo la unidad e inspirando compromiso.
Capacidad de comunicación asertiva para impulsar el cambio y el aprendizaje; y hacer que las cosas sucedan.
Orden, disciplina y enfoque en la gestión diaria.

Los directivos en las empresas no siempre pueden tener todas estas características, pero cuantas más se tengan mejor; sin embargo, si una característica es clave, es ser reconocido como líder competente y confiable. La Empresa Familiar como empresa es igual a todas, atiende al mercado, construye estructuras, tiene limitación de recursos, necesita rentabilizar la inversión y asegurar sus flujos. No obstante, la gestión puede estar influida por la cultura familiar y el director familiar o externo, por lo que deberá resolver algunos retos, entre otros:
Superposición de roles (directivo, jefe, dueño, empleado, padre o madre, hermano)
Diferencias de opinión acerca del rumbo de la empresa.
Remuneración entre familiares
Compatibilidad y alineación del puesto con los familiares que trabajan dentro de la empresa.
Excesiva confianza entre familiares
Afectación del negocio debido a conflictos familiares.
Diferencias entre estilos de dirección con otros familiares.
Entender la cultura de la familia.
Comunicar asertivamente los asuntos del negocio y promover una visión atractiva de futuro.
Institucionalizar la empresa y eliminar la discrecionalidad en la toma de decisiones.
Presión por parte del algún accionista para contratar a familiares no competentes.
Establecer criterios claros respecto del uso de recursos y el diseño de la organización.
Ganar autoridad frente a los miembros de la familia.



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